Sentada en el Bar

Sentada en el Bar…

Por prescripción médica debo caminar una hora por día, caminata cómoda y sin apuros.

El frío era cortante debido a que el viento sur golpeaba de frente o empujaba detrás. Por tal motivo me abrigue muy bien y salí…  brrrr… el frío era intenso, camine dos cuadras y al pasar por un Bar- Confitería, sentí el olorcito,  que fluía desde dentro, a café recién hechito el cual me invitaba a entrar. Sin pensarlo mucho desvié mis pasos a la entrada del mismo, abrí la puerta y busqué una mesa cerca del ventanal que daba a la calle pero…mmm… toditas estaban ocupadas, no obstante ello me ubiqué en una que sin darme cuenta parecía que, por el lugar, estratégico lugar para mi gusto, estaba esperándome. Me senté y pedí mi deseado café  con una gotita de leche. El camarero me pregunto si deseaba leer el diario del día cosa que acepté. Estaba leyendo los títulos y no podía concentrarme en lo que leía, el café llegó y mientras lo saboreaba me sorprendí mirando y escuchando a mi alrededor.

Parecía increíble como en un mismo lugar diversas historias se desarrollaban en las distintas mesas, café por medio.

En una… dos amigas reían recordando picardías pasadas, en otra… una señora, sola, mirando sin mirar, nostálgicamente saboreaba su café; en otra un papá acompañado  de su hijita – cinco años aproximadamente – hablaba de negocios con otro señor que, a mi gusto, usaba un desagradable léxico que dejaba mucho por desear, y más delante de la criatura… quien aburrida recostó su cabecita sobre la mesa quedando dormidita hasta que el padre tomo conciencia de tal situación.

Cercanos a mi, en otra mesa, tres jóvenes hablaban con una señora que lloraba desconsoladamente; y en otra un joven contaba a su amigo, eso creo que era, que ya había cumplido 50 años, que, según decía, tenía una expectativa de 15 años activos en su trabajo, que se sentía muy triste por su divorcio, no quería dejar a sus hijas y que no sabía como proceder con su madre que sufría la enfermedad de Alzheimer , y que con los años que tenía y su muy buen pasar económico, le reconfortaba darle una mano al prójimo, aunque – con lágrimas en los ojos decía –que  a pesar de todo se sentía muy mal por no sentir el amor de su pareja, muy solo y viejo.

No se que le dijo el amigo o conocido o pariente que del llanto pasaron a la risa.

Otro señor pidió la adición, y cuando se la trajeron se ofusco mucho porque, según él, le habían cobrado de más, mientras en la mesa que se encontraba en diagonal a la mía… dos jóvenes, una bella parejita, se besaban amorosamente…

Instintivamente miré hacia atrás encontrándome con la mirada del  camarero quien, haciendo un ademán con su mano, me preguntaba si quería me trajese la adición, con un movimiento de cabeza acepté

En fin  cada uno en los suyo, yo en lo mío, el camarero en lo de él…

Y todo sucedía en ese bar mientras degustaba un sabrosísimo y calentito café.

Después de abonar me quedé sentada, podía ver, desde la mesa en que me encontraba, a través de los ventanales la cantidad de gente, hombres, mujeres, niños, que pasaban caminando, en coche, en ómnibus, en motos…

Jóvenes, bebés, adolescentes, padres, madres, hijos, parejas, casados, solteros, personas que pasaban casi rozándose los brazos sin siquiera saber quiénes eran y… hasta algunos  caminaban el mismo camino sin llegar, precisamente,  al mismo lugar.

Mientras… ¡Cuántas vivencias, cuántas historias, cuántos recuerdos, cuántas desilusiones e ilusiones repartidas en cada una de esas mesas ocupadas por desconocidas personas y en un mismo lugar!

La sirena de una ambulancia me apartó de mis pensamientos, me abrigué, nuevamente, salí y mezclándome entre la gente que iba para un lado y otro volví a casa.

Cada persona es una historia, algunas son horribles, otras no tanto y otras…

Sin duda lo mejor o lo peor es lo que vives en propia piel, ya que es lo que te entristece o la que te alegra como nadie más que tú lo puede sentir.

Lo cual no quiere decir que no tienes que no mirar ni sentir lo que sucede a tu alrededor.

Seguramente, como lo hice yo sentada en ese bar,  ello te ayudara a reflexionar y

entender que el vivir la vida tiene esas cosas, para bien o para mal,

debemos entender  que no todos sentimos el mismo sabor al tomar el café que nos sirven de una misma cafetera en un mismo bar! 

Emociones del Alma

Lilian B. Epstein

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